jueves, 14 de marzo de 2013

Dos historias de brujas...







Como todos saben, las creencias en las brujas, hechiceras, magos, maleficios, filtros y pactos con el diablo subsisten todavía en la actualidad y no se puede decir que estén destinados a desaparecer.

María Dominica nació en un pueblo situado en las cercanías de Milán, en la noche entre el 24 y 25 de junio, la única noche del año en que, según la leyenda, las brujas salen de sus escondrijos y vuelan montadas sobre sus escobas y con horribles gritos se reúnen en un lugar escondido. Aquella noche (era el año 1899), bajo la ventana de la habitación en donde María Dominica estaba naciendo, se reunieron trece gatos negros aparecidos de forma misteriosa de un bosque lejano. Maullaban tan fuerte que ahogaban por completo los gritos de la parturienta. En el instante en que la niña abrió los ojos, los gatos se callaron y huyeron entre los árboles, mientras la luna, que hasta aquel momento había inundado de la luz el campo, desaparecía bajo una imprevista capa de nubes fúnebres, apareiendo de súbito una terrible tormenta, de la que quedó memoria por su intensidad durante muchos años.

La fecha de nacimiento (aquella noche del último año del siglo), el "concierto" efectuado por los gatos negros, la desaparición de la luna seguida por una gran tempestad,  y el hecho de que la niña naciera sietemsina, no les parecieron extravagantes a los padres de la pequeña. Ciertamente, su madre, en el transcurso de los años, tuvo varias ocasiones de llamarla bruja, pero no imaginó nunca que, una vez aulta, su hija estuviera en poder de efectuar obras mágicas. Cumplidos los veinte años, en camio, la muchacha sintió crecer detro de sí una vocación más bien extraña: se sintió atraída por escrutar el futuro. Pero esto no era todo: sintió tambien que podía domar el futuro ajeno, o por lo menos aportar sensibles modificaciones.
Una de las personas que la dodeaban y que se había dado cuenta de todas estas circunstancias le ilustró sobre las extrañas circunstancias de su nacimiento. María Dominica era comadrona; siendo una hermosa muchacha, muy cortejada, cambió repentinamente el rumbo de su vida. Empezó a estudiar astrología y quiromancia, después se instruyó directamente con un mago y se convirtió en adivinadora del futuro y en practicante de magia, es decir, se hizo bruja. Como decía la gente que la conoció, estaba destinada ya desde su nacimiento a serlo.

Para Melisa V., bruja que todavía es muy conocida en nuestros tiempos, las cosas fueron diferentes y se desarrollaron de una manera más cruda. Melisa nació la última noche del mes de febrero en un año bisiesto. Era la séptima hija de una mujer que ya tenía seis hijas, sin haber tenido nunca ningún varón; vino al mundo marcada por el destino. Consciente de ello, la mdre, una humilde campesina que cumplía todas las leyes (religiosas, cívicas y populares), durante este séptimo embarazo no hizo más que rezar, esperando que finalmente naciera un varón.

El nacimiento de Melisa fue celebrado entre escenas de desesperación por parte de familiares y vecinos. Pocas semanas después de este acontecimiento, la madre murió consumida por una enfermedad incurable y también por la pena y el dolor de no haber tenido el niño que tanto había esperado; el padre, seguido por las seis hijas mayores, abandonó rápidamente el pueblo, abandonando a la recién nacida a su terrible suerte. Nadie quiso ocuparse de ella, los familiares la repudiaron. Fue acogida y educada por el cura del pueblo, el cual, desgraciadamente, murió cuando Melisa era apenas una adolescente. En aquel momento, algunas comadres del lugar se apresuraron a revelarle la terrible verdad y confiaron a la muchacha en manos de una maga. Melisa se convirtió, como es lógico, en maestra en sortilegios.

Estos dos personajes, María Dominica en Lombardía, y Melisa en Abruzzo, son consideradas las mejores brujas que ha tenido Italia.

En contra de las brujas se han efectuado toda clase de ritos. Por ejemplo, cada año, la gente de Sannio (italia) camina en procesión, con el párroco a la cabeza, para romper los hechizos de las brujas, las cuales solían reunirse en un lago en donde hacía ya mucho tiempo surgió un nogal legendario; era un nogal que los habitantes del ducado de Benevento veneraban como sagrado y que el obispo Barbato hizo arrancar en 663. Pero, como dicen las leyendas, las brujas continúan reuniéndose "contra viento y marea alrededor del ex nogal de Benevento".

Todos los años, los habitantes de este lugar mezclar lo sagrado y lo profano, prendiendo fuego a las escobas entre las letanías de la procesión: de este modo, las brujas, al sentir olor a quemado y las palabras de los salmos, se llanan de indignación y se refugian en sus escondrijos.

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